Sucede con algunos libros: abren en nosotros
una grieta que no nos permite olvidarlos.
María Teresa Andruetto
En
estos tiempos donde correr es la regla, acelerar es la norma, Jitanjáfora opta
por la lectura y la escucha, por ir despacio, por construir nidos de palabras
como nos enseña Yolanda Reyes para lectores niños pero también para grandes
lectores como ustedes.
En
estos tiempos de incertidumbre como dijera hace ya bastante Perla Zelmanovich,
un pequeño colectivo de gente que se apasiona con las palabras, que
construye proyectos y programas que
impactan en algunas vidas cada año, cree que estas palabras amparan, reparan,
guardan, protegen, refugian, sonríen, pintan, cantan …
Después
de la fiesta del 2015, después de otro año de trabajo, celebramos hoy las XVI jornadas y el trabajo colectivo a lo
largo de años durante los cuales sostuvimos el desafío de festejar el lenguaje,
las ficciones y las escenas tiernas de lectura porque seguimos creyendo, a la
par que crecemos, atravesadas por los contextos históricos sociales cambiantes,
que formar lectores es enseñar a pensar al otro, en todos los espacios posibles
– formales e informales, escolares y familiares. En estos tiempos en los que
nuestra Biblioteca Nacional se ve amenazada, es también una decisión política de
quienes tenemos la suerte de ser lectores apasionados, constituirnos en
mediadores para preservar a las infancias y a la cultura al refugio de las palabras.
Al respecto, hace un tiempo
contrasté el poema “La casita del hornero” de Lugones con uno de Silvia que me
conmueve desde que lo leí por primera vez. Contra esa casita segura del hornero
que la literatura representa construida con amor por el año 1917, en una época
en que la infancia era concebida como un todo terminado para moldear y dejar
listo para el futuro, y la mujer se representaba en el adentro del nido, este
otro poema bellísimo, que me recordara a René Perez y Mercedes Sosa en “Canción
para un niño en la calle”, sobre otra casa más abierta y cambiante responde,
creo yo, a las infancias de hoy:
Calles-cuna
La
pena es honda y redonda
como
una uva
negra
como dos ojos
dulce
y oscura.
La
pena es tímida y frágil
como
de pluma
rondando
sueño de trenes
y
calles-cuna.
La pena es una
caricia
de
tu mirada
cansada
de pedir algo y
recibir
nada.
Las
voluntarias de antes que seguimos “rondando sueños” y las que se han sumado con
el tiempo, esperamos que situados en este presente, en las infancias y
juventudes lectoras de hoy, podamos durante estos dos días crecer como
mediadores culturales, por ello renovamos nuestras ganas para reencontrarnos en cada acción de
Jitanjáfora con ustedes desde hace dieciocho años. BUENAS JORNADAS PARA TODOS.
Mila Cañón
La lectura crítica de nuestros invitados