martes, 12 de abril de 2016

Palabras de bienvenida, por Mila Cañón



Sucede con algunos libros: abren en nosotros
una grieta que no nos permite olvidarlos.
María Teresa Andruetto

En estos tiempos donde correr es la regla, acelerar es la norma, Jitanjáfora opta por la lectura y la escucha, por ir despacio, por construir nidos de palabras como nos enseña Yolanda Reyes para lectores niños pero también para grandes lectores como ustedes.
En estos tiempos de incertidumbre como dijera hace ya bastante Perla Zelmanovich, un pequeño colectivo de gente que se apasiona con las palabras, que construye  proyectos y programas que impactan en algunas vidas cada año, cree que estas palabras amparan, reparan, guardan, protegen, refugian, sonríen, pintan, cantan …
Después de la fiesta del 2015, después de otro año de trabajo, celebramos hoy  las XVI jornadas y el trabajo colectivo a lo largo de años durante los cuales sostuvimos el desafío de festejar el lenguaje, las ficciones y las escenas tiernas de lectura porque seguimos creyendo, a la par que crecemos, atravesadas por los contextos históricos sociales cambiantes, que formar lectores es enseñar a pensar al otro, en todos los espacios posibles – formales e informales, escolares y familiares. En estos tiempos en los que nuestra Biblioteca Nacional se ve amenazada, es también una decisión política de quienes tenemos la suerte de ser lectores apasionados, constituirnos en mediadores para preservar a las infancias y a la cultura al refugio  de las palabras.
Al respecto, hace un tiempo contrasté el poema “La casita del hornero” de Lugones con uno de Silvia que me conmueve desde que lo leí por primera vez. Contra esa casita segura del hornero que la literatura representa construida con amor por el año 1917, en una época en que la infancia era concebida como un todo terminado para moldear y dejar listo para el futuro, y la mujer se representaba en el adentro del nido, este otro poema bellísimo, que me recordara a René Perez y Mercedes Sosa en “Canción para un niño en la calle”, sobre otra casa más abierta y cambiante responde, creo yo, a las infancias de hoy:

Calles-cuna
La pena es honda y redonda
como una uva
negra como dos ojos
dulce y oscura.
La pena es tímida y frágil
como de pluma
rondando sueño de trenes
y calles-cuna.
La pena es una caricia                                                                                                                                                 
de tu mirada
cansada de pedir algo y
recibir nada.

Las voluntarias de antes que seguimos “rondando sueños” y las que se han sumado con el tiempo, esperamos que situados en este presente, en las infancias y juventudes lectoras de hoy, podamos durante estos dos días crecer como mediadores culturales, por ello renovamos nuestras ganas  para reencontrarnos en cada acción de Jitanjáfora con ustedes desde hace dieciocho años. BUENAS JORNADAS PARA TODOS.
Mila Cañón




La lectura crítica de nuestros invitados